El Centauro Bigotudo

No existe distancia física que impida el abrazo de las almas

Doble Rostro de Espuma

Published by Ariesky Castillo under on 15:00

Tuve mi mano ausente mucho tiempo,
Lejos del mar,
Con el fracaso a cuestas,
Y las pupilas rotas,
Vendiendo falsedades, inventando pasiones.
Tuve mi mano presa en doble rostro de espuma,
Presa de carcajadas, trucos y ladrones,
Con la desnudez y frustración de un aficionado al arte,
Dejando escapar el universo tras la puerta,
Como el impotente decapita el impulso,
Por declararme débil,
Por no darle el pecho al rostro de mi alma.
Pero al llegar tu mano de sueño y de tormenta,
Experimento un sismo que fecunda mis dedos,
Agrietando la voz de lo imposible.
Tu mano de Mesías
Alzando moribundos,
Disecando el polvo,
Moliendo los relojes.
Ciudad que se estremece se salva del silencio,
Escapa del cansancio, estruja la rutina.
Te adueñas de la luz
Y los faroles muestran sus galas esta noche.
Noche que no es común bajo tus pies de azúcar.
Tu mano que desviste
Secretos de los muros.
Comienzo a escuchar y la calle respira,
Canta, llora, ríe, sueña.
Tu mano tan divina como un ángel,
Sale a volar
Y mis ojos no la entienden,
Sale a volar
Y lo hace con mis alas.

My Park

Published by Ariesky Castillo under on 14:01


I have walked many years
in this city
kept faith and fast…
T. S. Eliot

He asumido este parque y sus aves nocturnas,
la mirada de sus perros,
mientras bebo café en la esquina,
entre el humo irremediable del fumador
que se ha vuelto a jugar el 09.
He guardado la voz de los amigos,
luna de trova y licores
a doce campanadas del reloj de la iglesia,
(testigo de mis pasos y desvelos),
también estas calles de botellas rotas
junto al polvo, sus fantasmas
y el demente que recoge cabos de cigarro,
noches de tertulia,
los que gritan: I fight for listen my rock,
secretos de ebrios mendigos.
Este parque me zurce a su urna de cristal,
sin mapa,
sin puerto entre los icebergs.
Soy el Ulises que navega en su hechizo,
seduce con la imagen de una mujer de porcelana,
(diosa del invierno y lo deshabitado),
a mí que comparto sus heridas
y esculpo pan con fauces de dolor.
Yo que he lanzado arroz
a los pies de Santa Bárbara y sus tambores,
citando a Buesa ante la carne, la colonia de una
dama
que lo atravieso en la tarde
junto al auto que arranca los hermanos,
fundiéndome al danzón de su glorieta,
mientras guardo diciembres,
comparsas,
secretos y erotismos a la sombra del banco,
disemino en mi sangre llanto de rosas,
un asta y el apóstol.
Él solo condena con su virus,
me absorbe,
me disuelve,
me extermina,
como Cronos tragándose a sus hijos.