El Centauro Bigotudo

No existe distancia física que impida el abrazo de las almas

POEMA AL PREDICADOR

Published by Ariesky Castillo under on 16:31




Salvemos al predicador que moribundo
ha arrojado su cuerpo,
su voz, su historia, su mañana
a esta calle de siglos miserables,
a estos muertos sin luz
viudos de fe.
Salvemos al predicador que ya no tiende su mano
hinchada por la ausencia,
los horrores del hombre,
la cobarde mujer que extermina,
ocultando una daga en su eterno camuflaje
y se extiende.
El predicador quiere escapar del hombre
y su maldita raza,
del padre sin hijos que encontró en el espejo,
del monstruo,
de la víctima.
Prefiere ser un borracho
o el perro que ahora lame su rostro,
nada más limpio que su lengua
sin culpas, sin mentiras, sin secretos.
Salvemos al predicador y sus fantasmas,
no tiene quién lo espere,
lo ame,
lo comprenda.
Se estremece en el barro
y enarbola una Biblia.
¿ Dónde estará Dios que no lo ve ?
¿ Dónde estarán los ángeles, si existen ?
¿ Dónde estarán las manos ?
¿! Dónde ¡?
El predicador no pidió un centavo,
sólo extirparnos de una vez esta ceguera,
no más a un paso nos llamaba,
era un socorro de los cielos,
un puente que no vimos,
un salto,
un combate a la tristeza,
a la cruz de soledad con que cargamos,
era un farol, un ala, una escalera,
el futuro, la eternidad, la salvación.
Era un soldado
que tiramos a la boca del infierno.
Salvemos al predicador que aún hay vida,
dejemos de ser esta epidemia,
cadáveres sin sueños que deambulan,
estériles de almas,
mutilados del grito.
Abrámosle la puerta y respondamos,
que al menos Dios
teje brazos a los mudos.




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