Recordando a "La Serrana"
Published by Ariesky Castillo under Ensayo on 14:07Estimados amigos y amantes de la poesía y las letras, hoy quiero anunciarles que mañana 21 de octubre se estarán cumpliendo 177 años del nacimiento de la poetisa cubana Úrsula Céspedes de Escanaverino (Bayamo, 1832), una de las figuras cimeras de la literatura cubana del siglo XIX. Fue según el investigador Juan José Ramos y Rubio, rama de una ilustre familia, originaria en los primeros tiempos de la conquista de la isla y entre cuyos admiradores más significativos descuella Carlos Manuel de Céspedes, quien prologara su primer libro “Ecos de la Selva”. Luisa Pérez de Zambrana fue su amiga íntima, así como otros poetas importantes de la época, entre los que se destaca José Fornaris. Comenzó a escribir en el año 1845, publicó sus primeros trabajos en dos periódicos de Santiago de Cuba: El Redactor de Santiago de Cuba y Semanario Cubano. Seguidamente colaboró con La Prensa que se editaba en La Habana, así como en otras publicaciones de la Isla. Sus trabajos los firmaba con dos seudónimos: La Calandria, escogido por Céspedes y La Serrana. Conoció en 1854, en la ciudad de Santa Clara al joven maestro y periodista don Ginés Escanaverino de Linares, quien atraído por la belleza de la muchacha se trasladó a la ciudad de Bayazo donde fundara junto a José María Izaguirre el periódico La Regeneración en el que colaboraba Úrsula. Después de casarse, en 1857 con el entusiasta habanero, se dedicó al magisterio, obteniendo el título de Maestra de Instrucción Primaria al año siguiente de sus bodas con Escanaverino. Inmediatamente fundaron la Academia Santa Úrsula, para señoritas, donde ella puso en práctica sistemas que le inspiró la intuición más que la ciencia pedagógica. Su nieta, la Dra. María Dolores Escanaverino Piñero, afirma en su tesis de grado, lo siguiente: “Úrsula Céspedes basó la disciplina de su plantel sobre los cimientos del cariño y el respeto mutuo entre alumnos y profesores. La primera cualidad que buscaba entre sus auxiliares era la no muy frecuente de hacerse querer de los niños. La maestra adusta y autoritaria, que fue tan característica del siglo pasado, no tuvo cabida en las aulas de Santa Úrsula”. Otra de las ideas de Úrsula que parecía adelantarse a su tiempo, era la que frecuentemente expresaba diciendo: “Lo importante en la educación no es lo que se aprende, sino la preparación espiritual para poder comprender las bellezas del bien, del arte y de la naturaleza”. “Ecos de la Selva” prologado por Carlos Manuel de Céspedes, se imprimió en Santiago de Cuba en 1861, ese mismo año se incluyó una selección de poesías de Úrsula en la "Antología Cuba Poética", ordenada por Joaquín Lorenzo Luaces y José Fornaris. Florece literariamente Úrsula cuando el romanticismo decae en Cuba, y frente a las extravagancias y exageraciones que singularizaron la declinación de la escuela, se operó en el gusto una reacción rectificadora de las cuales fueron guías: Mendive, Luaces y Zenea. Céspedes comenta los méritos de la joven cantora, alaba lo espontáneo de su inspiración, exhorta a que no se le pregunte a la poetisa de dónde ésta le viene, porque daría la misma contestación de un pájaro de la selva al que le preguntaran por qué canta. “Por eso sus versos, a pesar de los defectos de que adolecen, arrebatan y seducen, ella pinta lo que siente, pero lo hace con tanta verdad de colorido que su sentimiento se trasmite como fluido magnético al corazón de los que oyen sus acentos inspiradores”. Muere Úrsula en Santa Isabel de las Lajas, Cienfuegos, el 2 de noviembre 1874, después de un largo trasiego por varias provincias del país. Cuando se inauguró la República, en 1902, los socios del Liceo de Santa Isabel abrieron una suscripción popular que abarcó toda la Isla y con el producto se le erigió un simbólico monumento, que se levanta en este pueblo agradecido, y en el que destacan una piedra, unos significativos versos de la poetisa, en los que pide para su tumba, más bien que mármoles, “tierra empapada en el llanto de mis hijos, un árbol y una flor”.
El Amor de la Serrana
Me dijo cuando lo vi,
que yo era para él un cielo
y que era negro mi pelo
como el cuello del totí,
que no andaba por aquí
otra tan linda serrana;
y añadió, desde mañana
si compadeces mis penas,
serán tuyas mis colmenas
y serás mi soberana.
Yo los ojos levanté,
y cubierta de rubor,
iba a decirle mi amor
y a jurarle eterna fé;
pero al punto recordé
que me dijeron un día,
que si el hombre comprendía
el amor de una mujer,
la dejaba de querer
y a veces la aborrecía.
Y desoyendo sus penas,
aunque quiere Dios que le ame
como la flor del dagame
la abeja de sus colmenas,
por las praderas amenas
cuesta arriba eché a correr
sin disgusto y sin placer,
pues temo en el corazón,
con razón o sin razón,
que me deje de querer.
Desde entonces, cada vez
que viene a verme al bohío,
le trato mal y me río,
aunque sollozo después;
y cuando con altivez
me habla de honor y decoro,
le digo entre risa y lloro,
tomando en la mía su mano:
mira, gallardo serrano,
yo te adoro, y… no te adoro.
Y mientras yo noche y día
lloro a torrentes aquí,
muchísimo mal de mí
dicen en la serranía;
pues sólo al ver la falsía
que mal mi rostro demuestra,
con lengua torpe y siniestra
dicen que soy la serrana
más voluble y casquivana
que hay en la Sierra Maestra.
1 comentarios:
No sabes lo agradecida que me siento al aprender de estos tesoros que para mi estaban escondidos. Tremenda figura! Bellos versos...!!! Me encantaron las lineas que expresan entre comillas: "Por eso sus versos, a pesar de sus defectos,..."
Gracias, Ariesky, por compartir tu trabajo.
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