El Centauro Bigotudo

No existe distancia física que impida el abrazo de las almas

Caballero Andante de la Poesía

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El pasado 16 de agosto se cumplieron 195 años del nacimiento de José Jacinto Milanés (Matanzas 1814-1863). Caballero andante de la poesía, lírico de inspiración, moralista de pensamiento, patriota declarado, este hombre vestido siempre de negro con barba, bigote y largos cabellos oscuros se hundió en una noche con veinte años, y fue entonces mito, y se tejió la leyenda del loco de la calle de Gelabert. Fue el primogénito de una familia numerosa y de escasos bienes de fortuna. Asistió a la escuela de Ambrosio José González; y aprendió el latín con Francisco Guerra Betancourt, a quien sustituyó algunas veces en su cátedra. El resto de su educación fue obra personal. Conocía a la perfección el italiano y el francés. Se inició de niño en el conocimiento del teatro clásico español a través del “Tesoro del teatro español” de Quintana, regalo de su padre. Comenzó a escribir desde muy joven ensayos dramáticos. Trabajó en Matanzas con su tío político Don Simón de Ximeno, casado con una hermana de su madre, el cual en 1832 le consiguió un empleo en el escritorio de una ferretería en La Habana. En 1833, al estallar la epidemia de cólera en La Habana, regresó a su ciudad natal. Al año siguiente llegó a Matanzas Domingo del Monte, cuya amistad constituyó un poderoso estímulo literario para él. En 1836, al regresar Del Monte a La Habana, lo invitó en más de una ocasión a pasar temporadas en su casa, donde se relacionó con los escritores que frecuentaban su tertulia. Allí pudo ampliar, a través de la biblioteca de Del Monte, su cultura clásica y moderna, y comenzó su período de mayor actividad literaria, que abarca los años 1836-1843. Publicó en el Aguinaldo Habanero (1837) su famoso poema “La Madrugada” y otras poesías. Aparecieron colaboraciones suyas en casi todas las revistas habaneras: El Plantel (1838), El Álbum (1838, 1839), La Cartera Cubana (1839), El Prisma (1846), Flores del Siglo (1846), El Artista (1848), Revista de la Habana (1853, 1856), Revista Universal (1860). En Matanzas colaboró en La Aurora y El Yumurí. En 1838 se estrenó en La Habana, con éxito de crítica, su drama El Conde Alarcos. Este estreno le produjo su primera crisis nerviosa. Nunca accedió a ver la obra en escena. Con esta obra se situó entre los primeros que cultivaron el drama romántico en lengua española. En noviembre de 1839 unas fiebres le atacan el cerebro y lo mantienen inválido durante más de dos meses. En 1840 termina Un poeta en la corte, que la censura impidió publicar hasta 1846. Entre sus obras de teatro también se cuentan "Por el puente o por el río", que no llegó a concluir, y "Una intriga personal", extraviada definitivamente. El mismo año de 1840 empezó a publicar sus cuadros de costumbres en verso, El mirón cubano, precedentes del teatro costumbrista, que siguió publicando en 1841 y 1842. Por influencia de Del Monte obtuvo el cargo de secretario en la compañía del Ferrocarril de Matanzas a Sabanilla, cargo que tuvo que abandonar en 1843 por motivos de salud. A partir de esa fecha permaneció recluido en su casa, al cuidado de su hermana Carlota. Comprometido desde hacía diez años con la Srta. Dolores Rodríguez Valera, rompió este compromiso al enamorarse de su prima de 14 años Isabel Ximeno. A esta ruptura y al desaire que sufrió por parte de la familia de su prima se atribuyen los primeros síntomas del desequilibrio mental que padeció hasta su muerte. Otros biógrafos lo atribuyen a factores hereditarios. Acompañado por su hermano Federico inició, en mayo de 1846 y costeado por sus admiradores y amigos, un viaje a los Estados Unidos, a Londres y a París, con la esperanza de que recobrase su salud. Regresaron en noviembre de 1849. Algo mejorado, escribió ya pocos versos, sin lograr igualar los de sus primeros tiempos. En 1852 su enfermedad sufrió nueva crisis que lo hizo caer en un mutismo casi completo. En él vivió once años, hasta su muerte. Junto con su hermano Federico publicó Los cantares del montero, que firmó como Miraflores, mientras su hermano lo hacía como El camarioqueño. También utilizó el seudónimo Florindo en unos versos publicados por la Aurora de Matanzas en 1836.

El Mar

¡Oh, qué bello es el mar cuando en oriente
su mansa ondulación el sol platea!...
El delicioso azul que lo hermosea
no se puede pintar, sólo se siente.
¿Y qué diré, cuando el planeta ardiente,
tendido en el ocaso, centellea?
Parece que suspira y clamorea
porque el astro gentil no se le ausente.
Y si después al descender la luna
lo vemos, ¿quién traducirá el acento
con que nos habla el mar?... No hay voz alguna.
¿Quién pintará el augusto movimiento
con que agita las olas una a una
del manto deslumbrante y opulento?

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